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Tras mi última entrada, inocente a más no poder por el día elegido, termino este año 2009 con la cuarta publicación del mes de diciembre, record mensual de entradas hasta la fecha en el primer año de este personal espacio en internet. Por su carácter especial, he elegido una combinación de fotografías tomadas en Trajano por Gerardo Corona Cano en 2004, a las que he añadido el texto y contexto adecuado, y sobre todo con un cariñoso recuerdo.
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Tal día como hoy, o más bien tal madrugada como la de hoy, la del 30 de diciembre del año 2004, la niña de nombre Fátima, Corona y López de apellidos, no quiso nacer; esa noche no era la noche elegida. Ella, tan considerada, quiso que su padre Gerardo, y sobre todo su madre, Encarni, primero se tomaran las uvas para despedir el año, y después, a las pocas horas de esa misma madrugada del primero de enero de 2005, quiso hacerse notar, como el concierto de año nuevo, el regalo de ser la primera niña Corona entre tanto varón.
Como Fátima, una niña preciosa de ojos claros y cabellos de oro de casi seis años, los niños tienen innata la capacidad de asombro, y me maravilla su inocente sonrisa, la expresión de sorpresa divertida ante el regalo más simple, el juego más sencillo, o el descubrimiento en primera persona del funcionamiento de cualquier juguete.
Gerardo, el papá de nuestra protagonista, por aquellos días estaba un poquito nervioso. También recuerdo a Gerardín, el hermanito mayor de Fátima, correteando por el Bar Corona de Trajano, mientras mi amigo me mostraba el regalo que se había hecho a sí mismo, una fenomenal cámara digital OLYMPUS, con su trípode y todo, para no perderse ningún detalle de la llegada su mujercita, y por supuesto, para no perderse detalle alguno de su mamá, Encarni.
Mi amigo, esa noche, después de cerrar el bar, y con un frío no muy por encima de cero grados, con cámara en trípode y terraza al raso, se aposta mirando al cielo estrellado donde brilla una enorme luna llena. Alguien le había dicho (una mujer seguro) que con el cambio de luna llegaría la niña. Y allí estaba él, pasando frío, inmortalizando la luna llena como recuerdo previo del nacimiento de su hijita. Por poco no inmortaliza un buen resfriado, además de.
A la mañana siguiente, después de un cafelito en el bar, Gerardo me hace pasar a su casa, y ante la pantalla de su ordenador me enseña las fotos tomadas por la noche cuando estrenaba la cámara. Yo miro la primera foto, donde se ve la antena parabólica del bar, y luego otra, donde se ve la luna, la parabólica, algún castillete de una casa e incluso la antena de la televisión de la casa de mi hermano Juan, y también veo algún punto de luz que parecen estrellas, sí son estrellas, y… ¿qué es eso? Sí, ahí justo debajo de la luna, eso azul… ¿lo ves Diego, lo ves tú también? Pues claro que lo veo… La última foto, la de la luna llena luminosa sin nada alrededor, ya no me llamó tanto la atención.
Como Fátima, una niña preciosa de ojos claros y cabellos de oro de casi seis años, los niños tienen innata la capacidad de asombro, y me maravilla su inocente sonrisa, la expresión de sorpresa divertida ante el regalo más simple, el juego más sencillo, o el descubrimiento en primera persona del funcionamiento de cualquier juguete.
Gerardo, el papá de nuestra protagonista, por aquellos días estaba un poquito nervioso. También recuerdo a Gerardín, el hermanito mayor de Fátima, correteando por el Bar Corona de Trajano, mientras mi amigo me mostraba el regalo que se había hecho a sí mismo, una fenomenal cámara digital OLYMPUS, con su trípode y todo, para no perderse ningún detalle de la llegada su mujercita, y por supuesto, para no perderse detalle alguno de su mamá, Encarni.
Mi amigo, esa noche, después de cerrar el bar, y con un frío no muy por encima de cero grados, con cámara en trípode y terraza al raso, se aposta mirando al cielo estrellado donde brilla una enorme luna llena. Alguien le había dicho (una mujer seguro) que con el cambio de luna llegaría la niña. Y allí estaba él, pasando frío, inmortalizando la luna llena como recuerdo previo del nacimiento de su hijita. Por poco no inmortaliza un buen resfriado, además de.
A la mañana siguiente, después de un cafelito en el bar, Gerardo me hace pasar a su casa, y ante la pantalla de su ordenador me enseña las fotos tomadas por la noche cuando estrenaba la cámara. Yo miro la primera foto, donde se ve la antena parabólica del bar, y luego otra, donde se ve la luna, la parabólica, algún castillete de una casa e incluso la antena de la televisión de la casa de mi hermano Juan, y también veo algún punto de luz que parecen estrellas, sí son estrellas, y… ¿qué es eso? Sí, ahí justo debajo de la luna, eso azul… ¿lo ves Diego, lo ves tú también? Pues claro que lo veo… La última foto, la de la luna llena luminosa sin nada alrededor, ya no me llamó tanto la atención.
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Lo que es, lo que sea, o lo que fue, lo dejo a la consideración de Usted, insigne visitante de este particular Blog. Una cosa está clara, y no hay duda alguna, y es que las fotografías son originales, con denominación de origen, tomadas las tres con un intervalo de dos minutos entre ellas y sin ningún tratamiento ni manipulación informática. Yo las guardé inmediatamente, y la de en medio, es una de las más originales que poseo, regalo de mi amigo Gerardo, o más bien de Fátima, con su punto luminoso casi transparente azul celeste, como sus ojos.
Algún día hablaré algo que llevo pensando hace tiempo sobre la capacidad de asombro en las personas, independientemente de su edad. Hoy, esa capacidad de asombro la provoca esta foto, la de en medio, con ese punto azulado debajo de la luna llena, y la pongo en relación con el recuerdo de hace seis años, pero sobre todo con un último recuerdo muy cercando, demasiado cercano, y dedicado a Juani, el abuelo Juan de Fátima. Su mujer, mi amiga Presenta, hoy tiene además de la estrellita Fátima a otro lucerito, que se llama Alba y llena de ricitos morenos, y que juntas o por separado, despiertan su capacidad de asombro y la hacen sonreir.
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Algún día hablaré algo que llevo pensando hace tiempo sobre la capacidad de asombro en las personas, independientemente de su edad. Hoy, esa capacidad de asombro la provoca esta foto, la de en medio, con ese punto azulado debajo de la luna llena, y la pongo en relación con el recuerdo de hace seis años, pero sobre todo con un último recuerdo muy cercando, demasiado cercano, y dedicado a Juani, el abuelo Juan de Fátima. Su mujer, mi amiga Presenta, hoy tiene además de la estrellita Fátima a otro lucerito, que se llama Alba y llena de ricitos morenos, y que juntas o por separado, despiertan su capacidad de asombro y la hacen sonreir.
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2 comentarios:
Hola Diego,muy bonito todo pero quiero aclararte una cosita,no es la 1ª niña Corona,la primera niña Corona entre tanto varón fui YO, q hoy en día soy una mujer,y después vinieron mis 3 sobrinas y la 4ª fué Fatima y la 5ª Alba.
Sirva de aclaración.
Saludos,
MariLoli Corona Llamas.
Hola Mari Loli. Como comprenderás, no hacía falta aclaración alguna. Sabes mi relación con vuestra familia, en sentido extenso, el aprecio y cariño que os tengo. Me refería, dado el momento, las fechas, el recuerdo, y por el motivo de la foto curiosa, a los Corona del Bar Corona. Sin más pretensión. Estoy seguro lo entiendes. Un beso, a la primera niña, hoy mujer, Corona de Trajano. Hasta pronto, y me alegra que hayas dejado un comentario, aunque sea una aclaración, pues no se prodigan mucho.
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