"Ética, sobre la moral y las obligaciones;
estética, de la belleza y el arte;
y otras cosas..."


miércoles, 8 de octubre de 2014

ÁRBOL CAÍDO



La recreación fotográfica se ajusta fielmente a la realidad, o casi. Sólo la primera fotografía no corresponde con el malogrado árbol, ya que se trata de la imagen del ejemplar más parecido que pude encontrar, a no muchos kilómetros de donde se encontraba plantado nuestro singular protagonista.

Las fotos son de un eucalipto (Eucalyptus), cuyo significado etimológico viene a ser  algo así como «bien cubierto». Oriundo de Australia,  concretamente se trata de un eucalipto rojo o eucaliptus camaldulensis, que  junto con el pino, fue muy utilizado en los años 60 y 70  para reforestar, por su crecimiento rápido, pues junto a los chopos, son de las especies más productivas en cantidad de madera. Una nota característica, aunque lo es de casi todas las plantas y árboles, es que se expanden cerca de los cursos de agua. Es considerado como un árbol familiar, que produce muy buena sombra, necesaria en lugares de temperaturas extremas, y que estabiliza bancos de ríos y retiene el suelo. En su contra, pesa el hecho de que están ávidos de agua (alguna vez se han utilizado para desecar pantanos) y también sobre ellos pesa la leyenda de ser "hacedores de viudas", por la frecuencia con que se le rompen y se le desprenden sus ramas, sin previo aviso. 





La introducción "wikipédica" podría explicar de por sí la triste historia de este árbol foráneo nacido y criado en Andalucía, del motivo de su plantación, y de su propio final, porque alguien se encargó de acabar con él (doy fe de que no fue una viuda vengativa), aunque bien es cierto que resistió estoicamente más de viente años en pie cuando estaba más que sentenciado y finiquitado, hasta que el pasado invierno una tormenta con fuerte viento lo hizo caer a plomo derribándolo de forma definitiva, como apiadándose de él. Así es y así lo estoy contando, porque a pesar de que su soledad olvidada y la estampa de su tristeza ha inspirado hasta este artículo en Vía Marciala y unas pocas fotografías, se hace con el objetivo único de que se conozca su historia y para que no se olvide que existe mucho maltrato, no sólo de los humanos hacia sus semejantes, sino también hacia los animales que nos acompañan, y también sobre muchas especies vegetales que nos rodean. 






A mediados de la década de los ochenta, este ejemplar y otros cercanos a ambos lados de una carretera comarcal de nuestro término municipal y colindante con varias fincas rústicas de cultivos, de algodón principalmente, comenzaron a secarse de forma sorpresiva: primero amarilleaban sus hojas y en poco tiempo quedaban totalmente desnudos. Con la misma rapidez con la que actúa el picudo rojo en las palmeras hoy en día, y justificada su desconocida y mortal enfermedad, eran talados y arrancados de la tierra de raíz de forma inmisericorde. "Ya no beberán más agua de riego y los cultivos podrán crecer sin la molestia de este árbol extranjero", pensaría el inductor, autor intelectual que a buen seguro pagaría una mísera cantidad al ejecutor y autor material para conseguir el fin deseado. 

El modus operandi no era otro que agujerear la base del árbol con un taladro de grandes dimensiones (como una sacacorcho gigante) para posteriormente rellenar con gasoil, las veces que hiciera falta hasta  que se secara. Así se encargaría de reconocer el propio sicario de árboles en la barra de un bar con la lengua suelta, pero con pelos y señales del encargo. No me extraña que este sujeto acabara en la cárcel años más tarde, por otros delitos, porque aunque en aquel tiempo no se consideraba estos actos como tales y no existía la protección de la flora, fauna y animales domésticos de nuestro actual Código Penal, yo que aún era un adolescente, consideraba tal acto como innecesario y reprobable, en sus distintos grados de participación.






Es otoño, todo parece languidecer y entristecerse tras el largo verano, pero no quiero acabar de forma negativa ni melancólica, lo que ya es una contradicción en sí misma por el inevitable final. Aún así, nos quedaremos, pues, con una de esas reflexiones anónimas propia de las actuales redes sociales de alguien con mucha más sensibilidad que los humanos de esta historia, alguien que imagina los consejos que podría recibir de un árbol, porque todo el mundo sabe que a quien buen árbol se arrima, buena sombra le cobija: "Párate derecho y orgulloso, recuerda tus raíces, toma mucha agua, sé feliz con tu propia belleza natural, y disfruta de la vida y del aire libre".