"Ética, sobre la moral y las obligaciones;
estética, de la belleza y el arte;
y otras cosas..."


lunes, 23 de abril de 2012

EL JAMÓN Y LA HIPOTECA


Curiosa combinación, dirán Ustedes. Cuando la crisis global, a simple vista económica, parece estar en uno de sus momentos más álgidos (el penúltimo, esperemos) o cuando ya pensamos que no se puede caer más bajo (me confundo entre tocar techo o tocar fondo, y me estoy refiriendo exclusivamente a la crisis), les voy a contar un curioso caso práctico de paralelismo, comparación o interpretación por analogía respecto de ambas realidades o conceptos que constituyen ambos dos (valga la redundancia), la hipoteca y el jamón, tan distintos entre sí.

Vayamos directos a la cuestión. Para ello, lo mejor es hacerse preguntas: ¿cuál debe ser la relación entre la deuda y los ingresos? En otras palabras, ¿cuánto de nuestros ingresos se debe destinar al pago de nuestra hipoteca? Y ahora la más jugosa, ¿cuál es la parte que se aprovecha de un jamón o paletilla (de jamón)?, es decir, ¿qué cantidad de lonchas o peso neto se obtiene de una pieza?

Sí, ya sé lo que están pensando, ¡qué cosa más extraña! ¿no?, y que la cuestión no es muy científica que digamos. Y así es, ni las respuestas tampoco lo van a ser. Adelanto que esta reflexión escrita adolece de base o argumentación contrastada desde un punto de vista científico. Tampoco han sido consultados manuales ni bibliografías especializadas, lo que no impide, no obstante, que partiendo de las concretas preguntas planteadas, se haya obtenido el resultado desde el pensamiento práctico más realista, o que se responda a lo que en términos jurídicos sería la explicación de una duda razonable.




Vamos a las respuestas pues, soluciones o re-soluciones. Pero antes, adviertan acerca del género de el jamón y la hipoteca, ahora que la cuestión del género desde el prisma lingüístico está de rabiosa actualidad. Aunque de forma sonora suena distinto, también hubiera sido correcta la recurrente reflexión respecto del préstamo o de la pata o paletilla (insisto, de jamón), pues hablando y escribiendo sería correctísimo.

Pues bueno, en cuanto a la cuestión económica o del débito, se dice que lo ideal sería que la gente (concepto indeterminado que supera a la persona física y también a la jurídica) no gastara más del 28 por ciento de su salario bruto o ingresos en pagos de hipoteca. Una relación de gastos de vivienda que supere el 33 por ciento definitivamente no sería aconsejable. Si además la proporción total de la deuda-ingreso fuera superior al 36 por ciento, sería una señal de advertencia o peligro de no poder ser capaz de sostener las cuotas. Aquí se tienen en cuenta los posibles y más que seguros imprevistos, y la cada vez más complicada capacidad de ahorro o inversión. Quiere ello decir, en resumidas cuentas, que el límite, umbral o porción máxima de lo que nos alumbra para pagar nuestra hipoteca debe ser 1/3 (un tercio) o una tercera parte.




Ahora, vayamos a la cuestión gastronómica y más sustanciosa, para terminar con buen sabor. Aunque hay distintas opiniones, y doctores tiene la Iglesia, se dice que entre el 30 por ciento (si es pata) y el 40 por ciento (si es paletilla) del peso de un jamón es hueso. También se cuenta que normalmente en una paletilla ibérica se aprovecha un 40 por cierto del peso de la pieza original, y en un jamón un 50 por ciento. Eso quiere decir, a sensu contrario, que el 60 por ciento del peso de una paletilla y el 50 por ciento en el caso de un jamón corresponde al hueso, pezuña, corteza exterior y grasa sobrante. Pues bien, dicho todo esto, un amigo mío, experto jamonero y filósofo de los de detrás de una barra, certifica con absoluta rotundidad y seguridad (y yo me lo creo) que da igual que sea jamón o paletilla, que lo que de verdad se aprovecha es 1/3 (un tercio) o una tercera parte, y “todo lo demás es engañarse o que te engañen”.

¿Será casualidad? ¿Las casualidades existen? Ahí queda eso…