En el día que se celebran fiestas tan marineras, se acuerda uno de alguien que estuvo muy cerquita de "La del barquito en la mano", que para quien no lo sepa es Nuestra Señora de Consolación de Utrera. Esta es la muy personal y especial colaboración de la Revista Vía Marciala, Junio-Julio 2015.
Querido Salvador:
Así
he querido comenzar esta especial
colaboración, con estas palabras. No había
escrito nada que mereciera la pena
publicar en nuestra revista desde hace ya algún tiempo, precisamente el mismo
motivo que postergaba el que me hiciera colaborador habitual, así que es un orgullo
para mí retomar mi mensual artículo, aunque no exento de dolor y de emoción, y también
de compromiso. Hacerlo en recuerdo tuyo, mi mentor, nuestro Director, con el que
mantenía una relación literaria epistolar en sentido amplio, refuerza
precisamente mi compromiso de seguir
colaborando con uno de tus legados, con Vía Marciala.
Epistolar,
efectivamente, porque gracias primero a las cartas en forma de correo
electrónico, y después a los mensajes cortos de alguna que otra red social
(pero pocos y no tantos), nos comunicábamos en los últimos años desde
septiembre de 2010, porque yo soy de los que empieza siempre un correo, y una
carta también, con el nombre del destinatario antecedido del adjetivo que
denota el cariño o la estima, según el grado afectivo, y este caso, doblemente
reforzados ambos sentimientos.
Desde
que allá por 1996 comenzara a enviarte cosas
escritas, muy puntuales, que se publicaron en la revista (las primeras en Cartas al Director), de recordarte después
con tu cámara colgada en 1997 en Trajano, acompañando a tu padre y a su amigo y
mi maestro don Antonio Sousa en el XXV Aniversario de la fundación del utrerano pueblo de colonización, después de que nos conociéramos profesionalmente
en mi etapa de gestor público hasta 2003, cierto es que cada cierto tiempo
compartíamos un café, siempre muy cerca de Santa María, donde nos poníamos al
día y donde casi siempre terminabas diciéndome que por qué no escribía para la
Revista.
Yo
te escuchaba, siempre aprendiendo, compartíamos afinidades, culturales y
deportivas, hasta de política y de políticos hablábamos, y disfrutaba de esos
momentos. Algunos aún eran muy recientes tras mi etapa laboral en Utrera, muy
intensa en lo personal y que siempre valoraste, incluida la forma en que me
despedí, por medio de una carta, porque no podía ser de ninguna otra. A partir
de aquí, fui yo el que valoraba permanente tu trabajo, culturalmente hablando,
tu inquietud permanente, tus publicaciones, tus ediciones, tus presentaciones,
las conferencias, y en general y en particular, tu amor por Utrera, o pasión, o las dos cosas a la vez.
Hoy,
en tiempo presente, quiero decirte que entre café y café, escribía, y escribía
mucho, casi como una terapia en algunos momentos muy complicados desde el punto
de vista profesional y de mis responsabilidades, y que gracias a ti, mi
referente cultural en Utrera, y gracias a Vía Marciala, he mantenido en los
últimos años la dosis necesaria de
vínculo vital con nuestro Pueblo, con nuestra Ciudad, siempre aprendiendo,
esforzándome por mejorar e intentando aportar, junto a otras personas
igualmente adictas a nuestra utreranidad, pues qué curioso, en todas ellas
va implícito ese gen o cualidad (se
puede cultivar), de Utrera, utrerano o
utrerana.
Después
de tanto tiempo, quiero compartir con nuestros amigos y amigas de Vía Marciala,
precisamente eso, el amor y la pasión por Utrera, en sus dos vertientes y que
son totalmente complementarias, la del apego y el sentido de pertenencia a un
lugar con su gente y su historia, y a la misma vez, la del inconformista
crítico, no sólo como observador y testigo histórico, sino como sujeto y agente con un campo de
acción tan importante y a veces tan intangible como es la Cultura.
Infinitas
gracias, querido amigo Salvador. Que
sepas que lo seguiré intentando, que lo seguiremos intentando, porque tú has
demostrado que en el intento pertinaz de
alcanzar un logro está la posibilidad real y efectiva de conseguirlo.