"Ética, sobre la moral y las obligaciones;
estética, de la belleza y el arte;
y otras cosas..."


martes, 24 de agosto de 2010

MEMORIAS DE ADRIANO; Y DE YOURCENAR. HISTORIA DE UN COMENTARIO Y COMENTARIO MISMO

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La cubierta de la portada de mi libro, que un día fue nuevo y recién impreso, da muestra del tiempo que llevamos juntos. Tiene los bordes desgastados, rotos y arrugados como un viejo pergamino, unos tonos grises que amarillean hacia el sepia y cuenta con la decoración improvisada de alguna que otra mancha que le da un toque de distinción y autenticidad de ser un ejemplar único y original, el mío.

Con esta presentación, se advierte de inicio que tengo una especial relación con esta obra, un especial cariño. Un poco más que eso, quizás. Este libro lo adquirí en 1992, cuando estaba pasando su momento de gloria y esplendor comercial al ser un libro de referencia de Felipe González, por aquellos años Presidente del Gobierno de España, y que en más de una entrevista lo mencionó como una de sus lecturas favoritas. Más que cariño, más, lo nuestro ha sido una relación de amor y odio, o puede que al revés, pero "sin acritud". Esta expresión felipista, muy utilizada por aquellos años 90, he pensado que posiblemente fuera sugerida de la lectura de Memorias de Adriano.

Este libro muchas veces por mí fue detestado por imposible concentración; olvidado y ninguneado otras por desinterés y despecho; comenzado en varias ocasiones y las mismas veces abandonado. Me ganaba todas las partidas. Siempre lo tenía presente en mis retos pendientes: “Leer Memorias de Adriano”. Yo le miraba a él, el me miraba a mi, y siempre aplazábamos el conocernos mejor, conocernos al menos, intimar era mucho pedir, pues no pasábamos de las presentaciones formales y superficiales, simples declaraciones de intenciones, lógicamente al menos por mi parte.

Pasaron los años y hoy, en el año 2010, nuestra relación ha alcanzado la mayoría de edad. Bien es cierto que escribo esta reseña a modo de comentario al año de su primera lectura completa, la subrayada, con anotaciones al margen, la traducida junto al diccionario de latín, la reflexionada, la cumplimentada posteriormente con otras lecturas históricas sobre sus personajes y su propia autora. Ha sido la lectura que he degustado con deleite. Hoy, un verano después, releo, analizo pasajes, recuerdo citas, estudio diversos comentarios y me agrada escribir sobre esta obra, esta joya literaria. Es otra etapa de nuestra especial relación. Es el reto conseguido o el reconocimiento y pago de una deuda pendiente.

Si yo digo todo esto para empezar a hablar de la obra maestra de Marguerite Yourcenar, no quiero ni pensar lo que le costó a ella escribirla. Dice en sus notas que «Hay libros a los que no hay que atreverse hasta haber cumplido los cuarenta años». ¡Qué razón tenía! Yo lo he cumplido al pié de la letra, salvando las enormes distancias y con la insignificante diferencia de que ella se refería a la escritura y yo me refiero a su lectura.

La novela, las memorias, el ensayo filosófico, lo que sea, por ejemplo memorias noveladas de base histórica, ha pasado ya a la historia de la literatura. Es una afirmación objetiva. Su creación y elaboración, en distintas etapas y lugares, unido a la personalidad de su autora, de su personaje protagonista, recorren caminos en cierto modo paralelos hasta confluir en un resultado único, singular e irrepetible.
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Publio Elio Adriano y Marguerite Yourcenar

Me detengo un poco y cambio de ritmo. El procesador de textos por cuenta propia espacia un poco las líneas de los párrafos restantes, y una vez presentadas estas dos fotografías de nuestros protogonistas, como agradecidas ventanas que dan aire y un poco de frescura a un texto sesudo de muchas letras, estiramos las piernas y seguimos adelante...

Pues bien, sin querer o queriendo (estoy completamente seguro del esfuerzo y dedicación en la gestación y el parto de esta obra así como de la propia necesidad que tenía Marguerite de escribir sobre Adriano), la autora profundiza en la figura histórica del emperador romano del Siglo II nacido en Itálica, como su antecesor Trajano, y a la vez y de forma indisoluble reafirma su pensamiento filosófico, occidental, helenístico, marcado de dualidad, de bien y mal, de cuerpo y alma, de belleza, sensibilidiad, amor, de gloria y poder, de vida y de muerte, y de ambigüedad, sugerida o expresa, Plotina y Antínoo.

Siempre me he preguntado si un artista, una artista, cuando realiza su obra es consciente de la interpretación que de ella harán otros con perspectiva de pasado, incluso al momento coetáneo, las valoraciones y las críticas que sobre dicha obra se vertirán. También, me pregunto si cuando se trabaja en ella se persigue de forma expresa el resultado y las sensaciones que después provocará.

En Memorias de Adriano, no me pregunto si es premeditada la técnica espistolar, de cartas que envía a quien le podría suceder en el poder, la narración en primera persona, la sobriedad de las descripciones, opiniones, sensaciones, sentimientos, la división en capítulos con títulos en latín utilizados, las fuentes clásicas, el estilo austeramente elegante, incluso de sus poesías. Es verdad, que pienso en el Emperador Adriano, sí, pero ya no puedo dejar de pensar en la Intelectual Marguerite Yourcenar. El resultado final en su conjunto es un todo, que en sí mismo contiene muchas respuestas, y también dudas e incertidumbres.

Animula, vagula, blandula,
Hospes comesque corporis,
Quae nunc abibis in loca
Pallidula, rigida, nudula
Nec, ut solis, dabis iocos…

Pequeña alma, volátil y suave,
Huesped y compañera de mi cuerpo,
Descenderás ahora a esos parajes
Pálidos, áridos y desnudos
Donde habrás de renunciar a los juegos de antes…


Con esta hondura y profundidad empiezan las Memorias, con este fragmento de la poesía final de la novela, y este es el tono gris, inteligente y firme, que marca el devenir del desarrollo, exento de una viva acción y rico en pensamiento y reflexión. Esta es la gran dificultad y a la vez la gran virtualidad de Memorias de Adriano, pues no engancha por su ausente ritmo y movimiento, sino por las ideas, el pensamiento y el intimismo psicológico, con sus fortalezas y debilidades. Es lo que algunos críticos literarios llaman, creo que muy acertadamente, «pasiva actividad», sálvese la aparente contridicción asociativa de los términos de la expresión.

Youcernar hace que verídicamente, casi de forma real, nos imaginemos la imagen de un Emperador de Roma, que antes que emperador es Hombre, en un momento en el que necesita recordar, confiar y confesar su experiencia de vida, y desde las primeras letras se marca el camino hacia su previsible fin, que no es otro que la Muerte, en su sentido más amplio y que da sentido a su propio sentimiento existencialista. Toda la obra está marcada por esta línea transversal. Por eso, no es casualidad ni su principio Animula, vagula, blandula, ni su fin «…Todavía un instante miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver…Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos».

Comentaba que son muchas las citas que se pueden extraer, muchas y de muy diversos temas. Ello daría para otra entrada en el blog, que no descartaré. No obstante, he de reconocer que me han atraído las relacionadas con el ejercicio del poder y del gobierno, lógicamente, aplicable a la política. Una perla sólo «…lo esencial es que el hombre llegado al poder haya probado luego que merecía ejercerlo».

Voy terminando (expresión propia de oradores conscientes de que ya han cumplido sobradamente el tiempo estipulado para su exposición corriendo el riesgo peligroso de advertencia y/o cansancio de su audiencia), y diré finalmente que la versión leída, cuasi estudiada, es la traducida del francés por Julio Cortázar, con la introducción de Joaquín Marco, el Cuaderno de Notas y Nota de la propia Marguerite Yourcenar, «una escritora que se siente atraída por el mundo antiguo, por la ética estética, por la problemática del hombre y la historia».

Trajano (Utrera), 2010
Traianvs Vtrerae, MMX

Post Data: Sobre Trajano, Adriano, Roma y otras cosas, seguiré escribiendo y contando más adelante; otro día.
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