"Ética, sobre la moral y las obligaciones;
estética, de la belleza y el arte;
y otras cosas..."


domingo, 27 de febrero de 2011

COSAS DE PUEBLO



En un pueblo, Utrera para más señas - por ejemplo-, cuando hace buen tiempo y luce el sol que anuncia la primavera, en una mañana que se pasees por sus calles hueles, ves y oyes cosas que dificilmente se captarían en una gran ciudad. Un poner...



Mientras voy camino de la peluquería de mi amigo Enrique, al que le llevo un arbolito de olivo para que lo cuide y lo vea crecer a modo de bonsái (además también me cortaré el pelo), me cruzo con una señora de mediana edad (en torno a los sesenta entiendo yo), acompañada por su carrito de la compra, muy bien arreglada ella, peinada y maquillada, ocultada su mirada tras sus elegantes gafas de sol. Segundos antes, éste que cuenta había adelantado a otra señora en la esquina de la misma calle, de la misma edad de forma aproximada, aunque con menor adorno estético personal, y a la que oigo a mis espaldas recibir de la siguiente manera a su amiga cuando la ve acercarse:

- ¡Ani, no hay quien te vea ni por ventana ni por zotea! ¡Claro, como ya no quieres na con los pobres! ¡Pero qué guapas estás hija!

Todo esto lo dijo de corrido, sin pausa alguna y de forma alegre, con voz alta y clara pero sin alzarla en exceso, e irremediablemente provocó en su amiga la parada en la esquina, dos por dos cuatro besos cuatro, un ratito de charla distendida al solecito, y en mí, tal encuentro y su contexto, provocó que volviese la mirada atrás sonriente y que grabara la escena que reproduzco con todos sus matices; los míos entiéndase.

Cosas que pasan, y menos mal...
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sábado, 19 de febrero de 2011

Y ¿SI FUERA ELLA?


Ella se desliza y me atropella
y, aunque a veces no me importe,
sé que el día que la pierda volveré a sufrir.
Por ella, que aparece y que se esconde,
que se marcha y que se queda,
que es pregunta y es respuesta
que es mi oscuridad, estrella.


Siguiendo y finalizando con el juego puramente estético de la anterior entrada (De lo platónico a lo real), traigo la primera estrofa de la canción de Alejandro Sanz con el mismo título de esta entrada.
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No más letras; baste una imagen...
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martes, 1 de febrero de 2011

DE LO PLATÓNICO A LO REAL

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Volvemos a las andadas literarias. La Vía Marciala tiene la culpa, y mi admirado colaborador de la revista Ángel Luis Muñoz su cómplice involuntario, absuelto ipso facto por sentencia firme, y en cuyo estilo me he inspirado para esta componenda, de la que soy culpable e inocente a la vez (una paradoja razonable). La proporción de autobiografía es considerable, casi coincidente con lo verídico; el resto es pura imaginación de recreación personificada ¡Qué se le va hacer!
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De lo platónico a lo real




No, casi no me atrevo a llamarlo amor, aunque febrero sea el mes de los enamorados, de San Valentín. Podría decirse más bien que se trata de un anhelo, quizás querencia, o más bien, o lo que es peor, una obsesión. Sí, obsesión podría ser, y platónica también, como “una idealización por alcanzar, una motivación a la contemplación, de su belleza, de su propia esencia, pura y desinteresada”, aunque de esto último no estoy tan seguro.

Es un gran esfuerzo encontrar las palabras adecuadas. Todo será empezar... Languidecía el verano a finales de septiembre, y de esto hace más de veinte años, cuando la vi por primera vez. Yo apenas había alcanzado la mayoría de edad, más delgado que hoy, sin barba para afeitarme a diario, becario en mi primer año de Universidad, y por supuesto, sin más capital que me alumbrara que el necesario para el billete de tren y el desayuno de media mañana.

Y la vi, nada más llegar a la capital andaluza, muy cerca de la estación de trenes, sin esperarlo, sin buscarla, y al instante la reconocí. Estaba simplemente radiante, preciosa, como en las revistas de las que era protagonista, y el pulso se me aceleró. Pasé rápido delante de ella, insignificante, mirándola de reojo, de arriba abajo y de abajo arriba, y suspiré. Ella a mí no me vio. Mejor así.

Había caído en sus redes, todo un flechazo en una sola dirección. Su imagen no me la podía quitar del pensamiento. Me decía a mi mismo que no podía ser, que no tenía la más mínima oportunidad, ninguna, y que me debía conformar sólo con verla, mirarla, y en todo caso sólo desearla anónimamente. Desde entonces, pensando dónde fue nuestro fugaz encuentro, tomaba la acera opuesta de la calle, lo más alejado que podía, pero sin dejar de anhelar internamente volverla a ver.

Pasó el otoño, el largo invierno, y en primavera empecé a no caminar por la gran avenida, siguiendo un recorrido alternativo de calles menos principales hasta la Antigua Fábrica de Tabacos, e intentando hacer más débil mi obsesión, que no tentación, por inalcanzable. Lo tenía asumido. Que la distancia hace el olvido, no es verdad. Simplemente parece todo más difuso, como borroso, y sin embargo, todo sigue latente. Así terminó el primer curso, y a la vuelta, abandoné los trenes una vez restaurado mi viejo Citroën 2 CV, y nunca más la volví a ver.

Así fue hasta hace cuatro años. Tuvo que pasar, y pasó. Internet tiene la culpa. Puede que fuera la cercana crisis de los cuarenta, qué sé yo. La volví a reconocer de inmediato dos décadas después. Era ella, no había dudas, allí estaba su foto en una conocida red social. Un mensaje en el muro, un comentario insinuante, un correo electrónico más privado, una respuesta, un encuentro de verdad. Un flechazo en las dos direcciones. Ahora sí.

Han pasado los años, y sigue siendo igual de atractiva, si cabe con un aire más elegante y clásico, la misma que me cautivó nada más verla. Llevamos cuatro años juntos, cuatro años de nuestra nueva vida, con los comprensivos ajustes que nacen de la convivencia, pero sin más incidencias que los trámites administrativos necesarios de nuestra relación, por ambas partes.

Tras algunas dudas y reservas, sobre todo de mi familia, finalmente aceptan lo nuestro, saben que soy feliz y creo que se alegran también por ella, aunque sin mucha pasión, eso es verdad, pero para pasión la de nosotros dos, aplazada, latente, materializada y viva después de tanto tiempo. Lo que nació platónico se ha convertido en real, pues yo ya tengo el carnet de motos, y ella, ella es muy especial, Yamaha Special 250 c.c.
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