"Ética, sobre la moral y las obligaciones;
estética, de la belleza y el arte;
y otras cosas..."


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jueves, 2 de abril de 2015

EL SILENCIO DEL PENITENTE



Foto de Pepe Florido
Jueves Santo 2013















El Jueves Santo en Utrera no tendría el mismo sentido y significado sin el silencio de Nuestro Padre Jesús Redentor Cautivo y de Nuestra Señora de las Lágrimas, de nuestra Cofradía, por contraste y coexistencia respetuosa con otras formas de sentir la Semana Grande. Porque más que un voto (sólo existen tres, y son la castidad, la pobreza y la obediencia), nuestro silencio es promesa de respeto en un lugar y en una comunidad de oración.

Respeto y prudencia, oración y penitencia, en silencio. Así como la luz muestra el camino y la oscuridad muestra las estrellas,  ante un universo de colores y sonidos, la oscuridad de la túnica negra y el silencioso recogimiento, nos muestran el camino, el que debemos seguir guiado por su estrella, sintiendo de forma mínima lo que sufrió Nuestro Señor, el que nos guía en nuestro caminar, en nuestro peregrinar.

No sé si el silencio del penitente contiene en sí mismo algún tipo de sonido, puede que sí. Cierto es que este sonido se siente en la calle, en unas más que en otras. Pero quien debe sentirlo de verdad es el propio penitente en todo momento, hacerlo suyo, llevarlo en toda su dimensión durante su estación, para que se traslade y se proyecte en su vida, su familia y su entorno, imprimiendo valores y principios de buen cristiano. “Sólo somos  dueños de nuestros silencios; la palabra dada ya no nos pertenece”, pues se convierte en compromiso.

¡Buen camino! ¡Buena estación de penitencia!


Nota: Colaboración Boletín Nº 35 Año XXII Enero 2015. 


           Hermandad de  El Silencio, Utrera (Sevilla).
           www.redentorcautivo.com






jueves, 17 de abril de 2014

NUESTRO JUEVES SANTO EN UNA IMAGEN



Así es, así pienso que es. Esta fotografía es del reconocido fotógrafo utrerano Pepe Florido, tomada casi al azar sin saber que los dos nazarenos éramos nosotros dos, justo hace un año. Pepe hablaba en la esquina del callejón Bohórquez con mi también amigo Manolo Morilla, cuando a nuestras espaldas oímos varios clics, y el resultado es este que compartimos. Un gran regalo y un inolvidable recuerdo personal. Con la postal de Pepe todavía más inolvidable.





sábado, 23 de marzo de 2013

SEMANA SANTA, PROPIA Y PERSONAL



A mis amigos Paco Guerrero
y Ascensión Romero


Hay ocasiones en las que uno no puede ni debe decir que no. Por eso esta particular aportación, la mía propia, que por otro lado es la que mejor conozco. Y porque plantear la pregunta: ¿Serías capaz de escribir algo que tenga relación con esa fiesta callejera que tanto nos alegra el corazón?, tiene asegurada la respuesta: “Cuenta con mi colaboración”. Así de simple, así de sencillo, como la vida misma, la de cada cual, propia y personal, y cada cual la cuenta como la vive, con sus propias historias, sus etapas, sus recuerdos y vivencias, sus anhelos y deseos también, los de un futuro mejor, y ojalá que así sea.

Verán ustedes, de niño guardo un flash, un recuerdo sobre el primer paso que vi en la calle. Tendría cuatro o cinco años como mucho, y presencié como ante un fuerte aguacero un señor se despojaba de su llamativa prenda impermeable para cubrir el cuerpo de un Cristo, que inmediatamente comenzaba una veloz carrera hacia un templo, melena al aire, cada vez más mojada. No se me olvida, ni los colores ni los olores. Se me quedó todo grabado. Hoy pienso en aquel señor que se puso empapado él y que evitó daños irreparables, o que al menos hizo que fueran menos graves. También me imagino el semblante de los atletas costaleros, cómo desearían llegar cuanto antes a su precipitada entrada en meta, empapados ellos por sus propias lágrimas, y su sudor, y me los imagino fundidos en un abrazo de fraternal consuelo ante la situación sobrevenida. La estampa ahí queda, para mi recuerdo personal, hoy un poco más transferible.

Después de este parvulito recuerdo, la Semana Santa de mi niñez para mi siempre fue un tiempo de descanso vacacional, sin música moderna en la radio, sin pasos ni procesiones (en la tele sí), un tiempo de reflexión obligada, de lectura, de meditación y deporte, y tengo que reconocer que era muy aburrida, y también un poco triste. Pensaba que era fiesta más que nada porque no había colegio, pero para fiesta, fiesta, el verano, las Ferias y las Navidades. La Semana Santa de aquel tiempo me parecía una fiesta muy singular, atípica, seguramente un poco o un mucho incomprendida, por mi, claro está. Verdad que estrenábamos en mi casa alguna prenda en Domingo de Ramos, que sobre todo mi madre nos hablaba de la Pasión del Señor, y que los Jueves y Viernes Santo, las viandas cárnicas se evitaban, no así las torrijas y pestiños. Pero tengo que decir que tras la alegría de los primeros días sin cole, estaba deseando no que llegara el Domingo de Resurrección, sino que pasara todo cuanto antes, más que nada para volver a la rutina del colegio, la rutina más alegre que se puede imaginar para el niño que era yo.

Y llegó la adolescencia, esa especial primavera en la vida que hace que todo cambie, porque la persona misma en ese tiempo está cambiando, como las páginas de Internet de antes (no hace tanto), que anunciaba aquello de estamos “en construcción”. Con el bachillerato, y más en mi querido Colegio Salesiano de Utrera, el puzzle de mi Semana Santa de alguna forma empezaba a encajar. A ello contribuyó la asistencia a varias conferencias cofrades, alumnos de COU que eran expertos y maestros en la historia de pasos, misterios, advocaciones varias de la Madre de Dios, Cristos y Jesús Nazareno. No imaginaba tantas Hermandades y Cofradías, y que salían en estación de penitencia por las calles de Utrera prácticamente todos los días de la Semana Santa. Hasta que casi sin darme cuenta todo iba encajando. El punto de inflexión, por así decirlo, llegó cuando había cumplido los dieciséis años, y ocurrió la noche de Jueves Santo, de madrugá, cuando fui testigo de parte de dos vertientes y formas de sentir la Semana Grande en Utrera esa especial noche: la del silencio del Cautivo, la del quejío flamenco de Los Gitanos. Inolvidable. Pasión por las dos, de difícil elección si tuviera que hacerlo.

Pero antes de la elección, que la hubo y que dejaré para más adelante, diré que el Domingo de Ramos adquirió una especial significación desde el año 1997, cuando llegó a Trajano, nuestro utrerano Pueblo de Colonización del Bajo Guadalquivir entre la Campiña y la Marisma, la antigua Imagen de Nuestro Padre Jesús en su Entrada Triunfal en Jerusalén, “La Borriquita”. Coincidiendo con la celebración del XXV Aniversario de la Fundación de Trajano en Abril de 1997, le fue entregada oficialmente la Imagen a la comunidad parroquial de manos de la Hermandad de la Trinidad de Utrera. Desde entonces se le ha guardado el culto prometido a la Sagrada Imagen, y así, restaurada y renovada por la Asociación Parroquial de mismo nombre, el Domingo de Ramos se ha convertido, nunca mejor dicho, en santo y seña de nuestras vidas, y esperamos que así sea por muchos años, pues la blancura del pueblo, la música, el paso firme de los costaleros y nazarenos de blanco y azul, las palmas y el calor de todos los presentes, llenan de emoción y alegría un día tan significativo y con el que da comienzo la Semana Santa.




Retomando la cuestión de mi personal elección, ésta llegó después de unos años desde aquella primera madrugá. Solía venir desde Trajano a los Oficios del Jueves Santo por la tarde, previa merienda y café, pero sobre todo me gustaba esperar a mi amigo Paco, que se vestía con su padre, y salían juntos. En la misma Hermandad también salían los que serían cuñados y yernos respectivamente, y recuerdo el sabor de las yemas de San Leandro de Ascensión mientras se comentaba una vez finalizada la estación de penitencia, donde siempre se apuntaba lo que había dicho don Cristóbal, anticipo de lo que escribiría y luego leeríamos en la Plaza de Bacalao de Vía Marciala. También salía aquellos años de penitencia un joven salesiano, muy recordado y llorado, amigo y referente, Manolo Parra. Y la elección se consumó, por convicción personal, por afinidad, por sentimiento y por compromiso.




Muchos años me vestía y salía con mis amigos desde de su casa, alguna vez desde la Parroquia, y desde hace ya más diez años desde nuestra propia casa, desde la calle que lleva el nombre de nuestro titular, Redentor Cautivo. Y este año, si el tiempo lo permite y si Dios quiere, saldré acompañando a mi hijo mayor, que a sus casi dieciséis años ha decido hacerse hermano y jurar las reglas. Juntos por primera vez acompañemos a Ntro. Padre Jesús Cautivo y a Ntra. Sra. de las Lágrimas, y cada uno vivirá su personal y propia Semana Santa, que también deseo y espero grabar para siempre en esta especial ocasión.