Me ha llegado de mi amiga Carmen Tesón un relato propio de estos días, muy bonito y sencillo, y que quiero compartir:
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Entre los pastores que acudieron a adorar al Niño había uno tan pobre que no tenía nada que ofrecer y se avergonzaba mucho. Llegados a la gruta, todos rivalizaban para ofrecer sus regalos. María no sabía cómo recibirlos todos, al tener en brazos al Niño. Entonces, viendo al pastorcillo con las manos libres, le confió a Jesús. Tener las manos vacías fue su fortuna.
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1 comentario:
Muchas gracias Mari Carmen por tu regalo. Como puedes comprobar tanto me ha gustado que lo comparto de la forma más sencilla e inocente.
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