Este mi espacio, que empezó siendo más privado y personal de lo que hoy ya es, seguramente será más público de lo previsto, civitasmente hablando, pues será una ventana abierta a mis compañeros del Máster de Gestión Social de Hábitad. No obstante ello, no renuncio a mis regresiones y recreaciones personalísimas en un tiempo y un espacio, mi pasado y mi presente, hacia dónde, ni siquiera yo lo sé.
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Hoy, primero de Noviembre, es el día después de la noche en que se representa en Utrera Don Juan Tenorio, una cita clásica que llega a su décimo aniversario con la Compañía Guate Teatro. Cada año se pone en escena esta obra de Zorrilla, de amor y de muerte, tradicional ya recuperada y consolidada, respetando los textos en su totalidad, poética, con una puesta en escena moderna y más simbólica que la tradicional, lógica evolución de una década de experiencia.
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Y todo lo dicho anteriormente, para recordar y rendir mi pequeño homenaje a una buena amiga, Paqui Carmona, mujer sensible, culta y artista. Con ella he tenido oportunidad, yo diría la fortuna, de colaborar y enriquecernos de forma mutua; ella, todo creatividad y sensibilidad; yo, un poco de forma y algún apunte o sugerencia, poco más.
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Así fue como realizamos ambos nuestra particularísima versión del Don Juan Tenorio, titulada Don Juan Notorio, pensada para ser representada en la Semana Cultural del Colegio Público Nuestra Señora de las Marismas, de Trajano, donde trabajaba allá por 1998 como monitor de biblioteca escolar, o más bien como animador sociocultural.
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Tengo especial cariño a aquel Don Juan, a aquellos años de crecimiento desde 1991 a 1998, a aquellos niños, Don Juan y Doña Inés, ya hombre y mujer, Paco y Rosario, cada uno siguiendo su camino, como el profesorado con el que trabajé, los momentos vividos, como con las representaciones teatrales. Niños alegres y vivaces que me contagiaban su energía para que nunca perdiera mi capacidad de asombro.
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Espero os guste esta particular, inocente e infantil, casi adolescente versión del DON JUAN TENORIO, el trajanero DON JUAN NOTORIO, de Francisca Carmona Genís y un servidor de Ustedes:
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La acción en Sevilla por los años 1545. Don Juan, viniendo de un tiempo futuro, desnudo el tórax y con calzona de lunares, aparece en su quinta de la ciudad hispalense, sobre el Guadalquivir, donde se halla su ángel de amor, doña Inés.
DON JUAN: ¡Doña Inés! (Confuso y algo trastornado).
DOÑA INÉS: ¡Oh, Don Juan! (Sorprendida y muy trastornada).
(Doña Inés no quiere mirar a Don Juan, asombrada, casi asustada por la pinta de su amado. Él suplica, y requiere la atención de la bella Inés con el deseo de justificar, de explicar su pintoresca aparición.)
DON JUAN: ¡Cálmate, vida mía!. Viajé a través del tiempo y regreso hoy a esta apartada orilla. Fue como un castigo, y repasé la Historia de la humanidad: con el hombre primitivo estuve en las cavernas, pero lo peor fue convivir con los que en los aseos tienen unas sillas con “cisternas”. Así como me ves, amada mía, de esta guisa, anda la gente por la calle, y en bañador andaba tomando el sol en la playa en mismísimo Rey de España.
DOÑA INÉS: No os creo, ¡oh, Don Juan! Parad y no digáis más barbaridades hombre de Dios.
DON JUAN: No, hermosa mía, porque no queda aquí la cosa. ¡No os asustéis, no! porque allí estabais vos.
DOÑA INÉS: ¿Yo?, anda don Juan, no desvaríe. ¿Cómo voy a estar yo en el futuro?
DON JUAN: Sí, sí, vos misma o tal vez fuese vuestra tataranieta, y además con tantas transparencias que hasta el alma dejabais ver, con un tatuaje en el pompis, con la cabeza rapada, y un pendiente en el ombligo. Así es, y “sin generalizar”, los jóvenes no llevan claveles en las solapas, ni pañuelos, ni siquiera eso que llaman corbatas, sino que empuñan en una mano, un cigarro; y en la otra, un cubata.
DOÑA INÉS: ¡No sigáis don Juan!, algo os debió sentar mal.
DON JUAN: Paloma mía, esta es la realidad.
DOÑA INÉS: Si nada os sentó mal más bien parecéis loco con creces, que del manicomio os fuisteis a escapar.
DON JUAN: Sin duda alguna creí enloquecer, cuando os vi, estrella mía quitándote con destreza al son de la música lo poquito que tenías. “Estripquis”, o algo así lo llaman. Te dije ¡Gacela mía, no sigáis por favor!, y tú me dijiste: ¡tío, llámame tía, y deja volar el pajarito uno de estos días!
DOÑA INÉS: ¡Ah, Callad por compasión, don Juan, me sonrojáis, no sigáis ¿Acaso estáis de broma? ¡Qué vergüenza! ¿Qué os he hecho para merecer tal humillación, que soy casta y pura e interna en convento de clausura?
DON JUAN: ¡Cálmate, vida mía!. Viajé a través del tiempo y regreso hoy a esta apartada orilla. Fue como un castigo, y repasé la Historia de la humanidad: con el hombre primitivo estuve en las cavernas, pero lo peor fue convivir con los que en los aseos tienen unas sillas con “cisternas”. Así como me ves, amada mía, de esta guisa, anda la gente por la calle, y en bañador andaba tomando el sol en la playa en mismísimo Rey de España.
DOÑA INÉS: No os creo, ¡oh, Don Juan! Parad y no digáis más barbaridades hombre de Dios.
DON JUAN: No, hermosa mía, porque no queda aquí la cosa. ¡No os asustéis, no! porque allí estabais vos.
DOÑA INÉS: ¿Yo?, anda don Juan, no desvaríe. ¿Cómo voy a estar yo en el futuro?
DON JUAN: Sí, sí, vos misma o tal vez fuese vuestra tataranieta, y además con tantas transparencias que hasta el alma dejabais ver, con un tatuaje en el pompis, con la cabeza rapada, y un pendiente en el ombligo. Así es, y “sin generalizar”, los jóvenes no llevan claveles en las solapas, ni pañuelos, ni siquiera eso que llaman corbatas, sino que empuñan en una mano, un cigarro; y en la otra, un cubata.
DOÑA INÉS: ¡No sigáis don Juan!, algo os debió sentar mal.
DON JUAN: Paloma mía, esta es la realidad.
DOÑA INÉS: Si nada os sentó mal más bien parecéis loco con creces, que del manicomio os fuisteis a escapar.
DON JUAN: Sin duda alguna creí enloquecer, cuando os vi, estrella mía quitándote con destreza al son de la música lo poquito que tenías. “Estripquis”, o algo así lo llaman. Te dije ¡Gacela mía, no sigáis por favor!, y tú me dijiste: ¡tío, llámame tía, y deja volar el pajarito uno de estos días!
DOÑA INÉS: ¡Ah, Callad por compasión, don Juan, me sonrojáis, no sigáis ¿Acaso estáis de broma? ¡Qué vergüenza! ¿Qué os he hecho para merecer tal humillación, que soy casta y pura e interna en convento de clausura?
DON JUAN: ¡Alma mía! no son estas cosas motivos de bromas ni de humillación, bellísima doña Inés, cuento lo que vi con estos ojitos. Allí me hicieron masticar gomas, y yo que fui perseguidor del sexo débil, fui mil veces perseguido por chiquillas. Parecía que querían hacerme cosquillas y en una casa me escondí, debajo de una mesa camilla.
DOÑA INÉS: Ja, ja, don Juan, ¿vos agazapado y escondido?, tururú (burlándose de don Juan).
DON JUAN: ¿Os reís? pues así, de rodillas y en cuclillas aquí mismo me ocurrió, en la ciudad de Sevilla.
DOÑA INÉS: ¡Don Juan de mi corazón! Tranquilizaos de una vez que fue sin duda un mal sueño que tuvisteis ayer, hombre, cuánta imaginación hay que tener (incrédula dirigiéndose al público).
DON JUAN: Bellísima doña Inés, perdonad que os lleve la contraria, pero ayer mismo quise volver, y al no encontrar caballo, me monté en una carroza, brillante y horrorosa, que volaba a mil cien, o dos mil cien, del pánico que sentía no lo vi bien.
DOÑA INÉS: ¡Corcho don Juan, que exagerado!
DON JUAN: Corcho no, “coche”, era coche doña Inés, y se le encendía las luces como a Lucifer. Si te subes en él con dos o tres “notorios”, es pasaporte seguro para irte con aquél, es decir, con Lucifer. Subido en aquella máquina infernal pensé que no regresaría jamás, también yo bebí del alcohol y me puse ciego, qué horror, qué descomposición. Bebimos como beben los borregos en los abrevaderos, bebíamos porque está de moda beber, litronas, cubatas, botellonas, y bebimos cuando aún teníamos edad de crecer.
DOÑA INÉS: ¡No sigáis don Juan! Me estristece tanta mala noticia del futuro, ¡Parece mentira, hombre, si bebes no conduzcas!
DON JUAN: Ya termino, querida mía, pero esta historia no puede dejar de tener un final con moraleja. Los cementerios estaban llenos de jóvenes, y no de viejos. Creedme doña Inés, ¡Cuánto abuelo sin nieto tuve que ver!
DOÑA INÉS: ¡Ay de mí! Don Juan parad de una vez, que tenéis que descansar (Triste y desconsolada).
DON JUAN: Me vine y no les puede ayudar, a ellos que lo tienen todo, luz, agua corriente, teléfonos, fax y aparatos de toda clase enchufados a la electricidad.(Suena un teléfono móvil, de Don Juan) Sí, dígame. Sí, soy yo, ¿la capa?, que me he olvidado mi capa. Mi dirección, ¿para qué? Por correo a la velocidad de la luz dice. ¡No eso sí que no! Pues llegarían hasta mi morada tantos adelantos que romperían el encanto de este remanso de paz. Déjeme por favor a la luz de la vela, que cuente a mis nietos lo que les espera. Y nosotros, dona Inés, casémonos y tengamos un final feliz (Don Juan se frota las manos).
DOÑA INÉS: Razón tenéis don Juan de mi corazón, caigo en vuestros brazos, más no por ser del sexo débil, sino porque de vos estoy enamorada ¡ea!, y porque quiero compartir un futuro que bien conocéis, y porque aún os creo capaz de mucha virtud. Por cierto, se os acabaron las “escapadas”, tanto en el tiempo como en el espacio. Os quiero para mí sola y en exclusiva. ¡Que la humanidad busque otro mito erótico! ¡He dicho!
Francisca Carmona Genís / Diego Gómez Ojeda
20/03/1998
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