Año bisiesto este 2012. Precisamente un día como hoy también nació hace 220 años Gioachino Rossini (29/02/1792), el autor de la ópera "El Barbero de Sevilla". Por eso (o no solo por eso) decido a última hora subir este post de contenido musical con el que finalizan mis entradas parisinas, terminando y saliendo además con esta bohemia reflexión en este bisiesto año, o más bien de este bisiesto mes de febrero (expresión que viene de dos veces sexto antes del primero de marzo).
Aunque la historia del bisiesto es curiosa, y aunque el origen etimológico en latín de la expresión es más que interesante, esa es otra historia, y que me propongo retomar en otra ocasión; a lo mejor el próximo año bisiesto, es decir, allá por 2016. Me lo apunto para acordarme.
Digo todo esto, porque de lo que realmente quiero hablar es sobre una ópera, y es que para todo hay una primera vez. Así, a la misma vez que en El Liceo de Barcelona se representaba La Bohème, en La Scala de Utrera se hacía lo propio con la obra de Giacomo Puccini, estrenada originalmente allá por 1896 en Turín no con muy buenas críticas, y que sí fueron tales en Roma y Palermo poco después.
La obra respresentada en Utrera, y cuyo fográfico cartel anunciador es el que aparece más arriba, se trata de La Bohème, ópera de cuatro actos, en versión orginal en italiano con sobretítulos en español, a cargo de la Compañía ÓPERA 2001 con la Orquesta Sinfónica de Pleven (Bulgaria), bajo la dirección musical de Martin Máxik, dirección artística de Luis Miguel Lainz y un elenco de solistas seleccionados en audiciones. Destacar a los cuatro personajes principales.
RODOLFO poeta: Juan Carlos Valls (Tenor).
MARCELLO pintor: Giulio Boschetti (Barítono).
MIMÍ: Hiroko Morita (Soprano).
MUSETTA: Francesca Bruni (Soprano).
Mi valoración no puede ser más que positiva. Me había estudiado los personajes y el argumento para intentar seguir mejor la puesta en escena. El montaje fue espectular, los decorados y vestuario de categoría, la gran orquesta con sus músicos repartidos junto al escenario, abajo y también en los palcos más cercanos, me pareció que en otro teatro más amplio todavía hubiera lucido aún más, así que todo muy bien. Si acaso, por decir algo no de tanta excelencia, sería que entre acto y acto, la disposición de quince minutos de descanso me parecen muchos, ya que el hilo y la tensión de la obra se pierde un poco, aunque sea por interrupciones necesarias. Imagino que esto será cuestión de logística, y finalmente he de reconocer, sin lugar a dudas, haber asisitido a uno de los mejores espectáculos hasta el momento.
Para dar un poco de color, y antes de entrar en otras cuestiones, aquí se presentan dos decorados de la obra, los del primer y tercer acto concretamente, donde ya se adivina y se presiente el ambiente bohemio de toda la historia, desarrollada a final del S-XIX en un frío e invernal París.
La Bohème es en sí misma una historia de amor imposible, la de Rodolfo y la de Mimí, pero hay más, mucho más. También está la relación entre la alegre Musetta y el temperamental Marcello, el compañerismo, la picaresca, el poder, el dinero, la diferencia de clases, el arte, la poesía, la necesidad, el dolor, la alegría, la belleza, el romanticismo, el amor, los celos, la calle, la vida, la enfermedad, la muerte, y la música, siempre la música.
En fin, tampoco es cuestión de extenderse en demasía, pero ahí están estos pequeños apuntes. Reiterar y resaltar la gran puesta en escena, el valor de que se representen obras de este nivel en un pueblo/ciudad como Utrera, y que se apueste por este tipo de espectáculos. Es de reconocer y agradecer que se recupere esta tradición operística utrerana a María José García, Delegada de Cultura, que de forma audaz e imaginativa gestiona y aprovecha que el día 28 actúe esta Compañía en el magnífico y manumental Auditorio de las Riveras del Guadaíra, en la vecina localidad de Alcalá del mismo río, para que un día antes, en Utrera y a un precio más económico, haga escala nada más y nada menos que La Bohème.
Se cuenta estos días que el Teatro Municipal Enrique de la Cuadrada cumple 125 años, y que cuando en 1887 se inauguró el mismo se hizo con la representación de ópera Los Hugonotes, de Mayerbeer, y que se llamaba La Scala, "por ser un espacio en el que hacían escala las compañías que desde Sevilla realizaban su gira hacia Cádiz".
Como se puede apreciar, la historia se repite, o se parece bastante a cómo sucedió hace más de un siglo, de lo cual nos alegramos muchos en ocasiones como esta. Cada vez que la economía nos lo permita y la oferta sea similar o como poco parecida, intentaremos asistir y enriquecernos culturalmente, en sentido amplio.
Y como ejemplo de disfrute, el del diseño de la lámina a modo de Cartel anunciador original de la obra de Giacomo Puccini, aunque esta modolidad de disfrute es gratuita e inducida o motivada por la carcana asistencia a esta operística y bohemia obra italiana ambientada en la capital francesa.
París, siempre París...