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La palabra innovación viene del latín innovatio, y según el Diccionario de la Real Academia viene a significar acción y efecto de innovar. La verdad es que por muy Real que sea el Diccionario no aporta gran cosa. Sigamos. Hoy tenemos el espíritu perseverante. Si buscamos el verbo innovar, el mismo dicionario te dice que es mudar o alterar algo, introduciendo novedades. Bueno, parece que avanzamos algo, pero no en el sentido deseado.
La palabra innovación viene del latín innovatio, y según el Diccionario de la Real Academia viene a significar acción y efecto de innovar. La verdad es que por muy Real que sea el Diccionario no aporta gran cosa. Sigamos. Hoy tenemos el espíritu perseverante. Si buscamos el verbo innovar, el mismo dicionario te dice que es mudar o alterar algo, introduciendo novedades. Bueno, parece que avanzamos algo, pero no en el sentido deseado.
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En alguna ocasión, en el contexto del desarrollo local, los recursos humanos, el urbanismo, o la propia actividad gerencial , he recurrido a una representación gráfica de la innovación para obtener como mensaje principal la búsqueda de soluciones imaginativas a las cuestiones que se plantean, donde a veces es necesario abrirse a nuevas fórmulas no delimitadas por unas coordenadas.
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Este mensaje positivo de la idea de innovación, ante una cuestión, problema, reto o marrón, muchas más veces de las que pensamos necesita ser completado con otras perspectivas, pues la única que se tiene se puede llegar a perder, requiriéndose salir fuera, verlo todo desde otro ángulo u observarlo con otra mirada; aunque solo utilicemos esta mirada como análisis crítico de nuestra propia realidad.
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Me gusta pensar en la idea, tomada prestada pues no es propia aunque comparto de pleno, de la innovación, la acción o efecto de innovar, no como un fin en sí mismo sino como un medio, como una constante de carácter transversal en la propia actividad o empresa. Pero basta de teoría.
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La aplicáción práctica de todo lo expresado anteriormente se aprecia requetebién con el dibujo de mi hijo Diego Pablo, cuando tenía seis años.
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En esta otra representación gráfica, vemos a Goku (de la serie de dibujos animados Bola de Dragón), en el centro del folio. Se ve que fue lo primero que dibujó. Despúes dibujó las siete bolas mágicas del drágón, que si las consigues puedes pedir un deseo. En el dibujo se representa a Goku a punto de pedir su deseo, pues ha conseguido ya las siete bolas del dragón. Después dibujó el Planeta chiquitito con su castillo y sala de entramiento, al que se accede por una escalera. Al lado dibujó la Torre del Gato que habla, maestro de Goku. Ya sólo le quedaba el dragón.
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Y dibujó a nuestro protanista, el Dragón. Además le ayudó su amigo Juan Amador, quien pintó la boca y bigotes. Eso es trabajo en equipo. Diego Pablo hizo el ojo que se ve y el cuerno que tambén se ve (de perfil, pues me aclaró que tiene dos ojos y dos cuernos, con cuatro patas aunque sólo se ven dos). Pues bien, ahí empezó el problema y la solución: el espacio del resto del folio no dibujado era demasiado pequeño para un dragón tan grande. Por lo menos harían falta dos folios.
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Ante este dilema, la solución fue la que es, que el cuerpo del gran dragón se corte a la derecha del folio para más abajo volver a entrar con su cola dentro de la escena, de lo grande que es, es decir, hay que imaginarse la parte del mitológico reptil volador que no se ve, donde estarán las otras dos patas y dónde se curva la cola para que entre de nuevo en el mismo folio.
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Me parece absolutamente brillante e imaginativo, por lo sencillo y lo inocente de la solución, por la naturalidad con que me lo comenta, por la cara de extrañeza que pone ante mis apreciaciones y la fiesta que le hago; porque intuyo que Diego Pablo está satisfecho y orgulloso, sobre todo de que a su padre le haya gustado tanto su dibujo, que lo haya escaneado, y que se pase una tarde escribiendo estas cosas sobre su Dragón, y que finalmente se las lea antes de irse a dormir ya publicadas en su blog de internet.
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Sin embargo, lo mejor de toda esta historia y lo que no se me olvidará nunca es el abrazo que nos damos, el que me da él y cómo me aprieta, y cómo le abrazo yo más fuerte aún; eso sí, con cuidado, pues me emociono y no es cuestión de que Diego Pablo tenga un recuerdo doloroso de su pequeña obra de arte innovadora (esto último desde un subjetivo y paternal punto de vista, claro está).