"Ética, sobre la moral y las obligaciones;
estética, de la belleza y el arte;
y otras cosas..."


jueves, 24 de marzo de 2016

VALORES DE HERMANDAD






Afortunadamente en la vida hay valores que se transmiten inter vivos, valga la redundancia vital. Esta afirmación adquiere aún mayor relevancia con la perspectiva del tiempo pasado, cuando recordamos y nos acordamos de amigos que se fueron, y que aunque no los tenemos físicamente, forman parte de nuestra memoria y son parte de nosotros mismos. Porque esos recuerdos dan sentido a nuestra propia existencia en la vida que nos está tocando vivir y que durante un tiempo compartimos, o más bien en la vida que tuvimos la suerte de que nuestros amigos compartieran con nosotros.

Y para esta especial ocasión quisiera hablar de hermandad, en este caso no como mera cofradía o congregación de devotos, sino más bien como fraternidad, amistad solidaria y desinteresada, como amistad íntima o unión de voluntades. Y quisiera hacerlo no ya en términos de conceptos o definiciones, sino de contenidos, de fondo, como ya adelantaba con el título de esta pequeña pero sentida reflexión, poniendo el acento en los  valores que se comparten.

En este sentido, me gustaría que se hablara de la hermandad como la conjunción de pequeñas hermandades, de hermanos y de amigos, que se acompañan en la vida, solidaria y desinteresadamente, para compartir en su sentido más amplio, usando o poseyendo en común, realizando acciones,  donde en definitiva una persona da parte de lo que tiene para que otra lo pueda disfrutar de forma conjunta con ella.

Desde mi subjetivo punto de vista, porque en este caso no quiero para nada ser objetivo, considero que no puede haber nada más grande que compartir, o partir con, cuya máxima expresión es el parto (del latín partus, participio del verbo parere), y que viene a significar la acción de  parir, partir, dividir en dos o más,  dar a luz. Y subjetivamente, me quiero acordar hoy de un joven seminarista salesiano cuando nos conocimos, sacerdote después, hermano nuestro, y que no sólo compartió, sino que dio su vida de poco más de treinta años por los más jóvenes y las personas más necesitadas, me refiero a Manuel Gregorio González Parra, nuestro querido y añorado Manolo Parra.

Si valor tiene mirar nuestra mochila de la vida y rememorar cómo se ha ido llenando, más valor debiera tener mirarla y valorarla en tiempo presente, para comprobar su estado actual, para ser crítico y a la vez constructivo, reconociendo que casi siempre, o más bien siempre, hay margen de mejora pensando en tiempos futuros.

¡Buen camino! ¡Buena estación de penitencia!



Nota: Colaboración Boletín Nº 36 Año XXIII Enero 2016

Hermandad de El Silencio, Utrera (Sevilla)

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