"Ética, sobre la moral y las obligaciones;
estética, de la belleza y el arte;
y otras cosas..."


miércoles, 4 de junio de 2014

MICROLITERATURA (II) RELATOS


Más  que  relatos  son  microrrelatos.  El primero,  aunque  con  cierta base real de localización geográfica y efectiva  venta  de  souvenirs, es pura  ficción  y puro divertimento. El segundo,  no  es que esté basado en  hechos  acaecidos en la realidad,  es  que  en verdad se cuenta tal y cómo pasó...


Abanicos

















Yo era un joven abogado, pasante, que no becario. Por no tener, no tenía ni turno de oficio. Mi padre, para animarme me decía con mucha confianza y ningún argumento: “pues mejor, porque para defender a la chusma y escoria de la sociedad, mejor aprendes y te haces un abogado de los buenos”. Entonces, mi vida cambió en un segundo ¡tú for fai! ¡TÚ FOR FAI! Un tumulto de turistas rodeaba a una mujer gitana en la Plaza de España, y me detuve a investigar. Abanicos de colores, pintados a mano made in china, se los quitaban de las manos los guiris ¡two for five! ¡Dos por cinco euritos, artesanía pura! ¿tú también quieres un par guapetón? Arte, arte, el que tenía la gitana, y para mí toda una revelación: hoy soy especialista en comercio exterior, hablo además de español, inglés, francés y chino, y caló también. La gitana mía es la madre de mis tres churumbeles. Mi padre no me habla.  



¡Niño, ríete!

















Un hijo mío, como su madre, es de carácter retraído, serio y hasta solemne, si se tercia. Cosas de la genética, será. Utrera, mediados de marzo, lunes, cinco de la tarde. Delante del mostrador y del numeroso público, en el ejercicio de recoger su encargo en forma de libro-comic (que no cito por ser su título excesivamente largo para un microrrelato como este que no debe superar un determinado número de palabras), mi vástago adquiere el semblante frío y calculador de un anticuario en la subasta de un incunable: brazos cruzados, rostro impasible. ¡Niño, ríete, que eres más serio que El Viti, que citaba a los toros en el juzgado! Y qué razón tiene el señor. Mas en la librería-papelería de mi amigo Isidoro,  aunque esté cerca de los juzgados, no se llevan y traen asuntos para un rictus tal, y mi hijo (y de su madre), ante mi risueña mirada y mi cómplice arqueo de cejas orientado al desconocido amigo,  regala al respetable su tímida y sincera sonrisa, que tranquiliza y contagia a su interpelante taurino ¡Menos mal! Eso sí, todo ello previo ligero y paternal cosquilleo debajo del brazo, de mi hijo, claro está.


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