Martes, 8:50 h. Daniel sale de su casa, maletín en la mano derecha, bolso en bandolera al hombro, también derecho, y llaves de su casa y su despacho en mano izquierda en un mismo llavero. Debe pasar por su oficina para recoger la documentación que necesitará a la 10 h. en la capital, donde tendrá una importante reunión de trabajo. Con llavero y llaves en la mano, coincide en el portal con su vecina Cecilia, joven madre de tres niños, que apresurada y acompañada por su chavalería, desde la calle no encuentra las llaves para abrir el portal. Se ve que tienen prisas. Deben entrar y volver a salir para que a las 9 h. estén todos en el colegio. Daniel toca el pulsador y abre la pesada cancela para que puedan entrar sus jóvenes vecinos, previa sonrisa y buenos días. Cuando se cruzan, en ese momento se le caen a él sus llaves al suelo, y rápidamente Cecilia devuelve el favor recogiéndolas del suelo y devolviéndoselas a Daniel. A no más de cinco metros Daniel observa que en su mano, además de sus llaves, aparecen como por arte de magia otras dos, que no son suyas, iguales, con un número, el 407 colgado en una anilla.
Daniel: ¡Cecilia! ¿Estas llaves son tuyas? Me las habrás dado sin querer.
Cecilia: No, mías no son.
Daniel, sin dar más importancia, un poco sorprendido se queda un momento allí, en el portal, mirando las llaves, viendo cómo sus vecinos se van alejando. ¿Y ahora? ¿De quién serán estas llaves? ¿De qué serán? ¿Qué abrirán? Todo un misterio. Eso es lo que piensa Daniel con un sonrisa de medio lado. Desde ese día las misteriosas llaves gemelas están junto al calendario de sobremesa del despacho de Daniel, como testigos cualificados del paso del tiempo, nada más. De momento...
Daniel: ¡Cecilia! ¿Estas llaves son tuyas? Me las habrás dado sin querer.
Cecilia: No, mías no son.
Daniel, sin dar más importancia, un poco sorprendido se queda un momento allí, en el portal, mirando las llaves, viendo cómo sus vecinos se van alejando. ¿Y ahora? ¿De quién serán estas llaves? ¿De qué serán? ¿Qué abrirán? Todo un misterio. Eso es lo que piensa Daniel con un sonrisa de medio lado. Desde ese día las misteriosas llaves gemelas están junto al calendario de sobremesa del despacho de Daniel, como testigos cualificados del paso del tiempo, nada más. De momento...
Continuará...?