Manlleu es un pueblo barcelonés de la comarca de Osona, atravesado por el río Ter y de algo más de 20.000 habitantes. La amplia colonia utrerana en Cataluña conocerá el pueblo y sus gentes, al que debo una visita y del que tengo muy buenas referencias de su gestión pública, habiendo tenido la suerte de intercambiar experiencias con varios responsables políticos y técnicos de dicho municipio que confirman las referencias.
Fruto de esa relación de colaboración, y también de amistad, hace unos años conocí la leyenda del Serpent. Un pequeño obsequio en forma de grabado del artista local Antoni Martinez, me pareció en principio una cabeza de dragón chino, una de esas representaciones coloristas que inundan las calles de formas serpenteantes y que van moviéndose al son de una sugerente música oriental.
Pero no, esta es una leyenda catalana del siglo XIX que se ha transmitido oralmente a través de una canción popular, en catalán lógicamente, y que habla de una tremenda sierpe. La leyenda cuenta que nadie se atrevía a adentrarse en los caminos que llevaban al tenebroso Bosque de la Devesa, porque allí vivía una serpiente gigante que se comía todo lo que se encontraba a su paso, desde cerdos y caballos, bueyes y carretas, hasta soldados, procesiones e incluso rectores. El legendario animal lucía una abundante cabellera, en la que coronaba una piedra preciosa del tamaño de un puño.
Un día, un intrépido joven se internó en el sendero, descubrió la guarida del colosal reptil y, mientras éste bebía agua del río, le robó su preciada gema y que había depositado sobre una piedra para que no se cayera al río. El enfurecido serpent, siguió el rastro del chico hasta su misma casa, en el centro del pueblo, y derribó la puerta de un violento coletazo. Una vez dentro, halló el diamante tapado y escondido debajo de un mortero de piedra, al que se enroscó para intentar levantarlo. No lo consiguió, ni con todas sus fuerzas, y de tanto intentarlo murió extenuado por el esfuerzo. Liberados de la bestia, el diamante fue ofrecido a la Virgen de la Fuente, y se dice que allí estuvo hasta que se lo llevaron los franceses.
La fábula, y la canción, han llegado hasta nuestros días y se ha convertido en una gran fiesta popular de fuego, música y teatro. Cada 14 de agosto, «el Serpent» sale de su guarida y se pasea por las calles de Manlleu intentando atrapar al muchacho que se llevó su preciada joya. Muchos comentarios se podrían hacer de la leyenda, incluso de sus lagunas e inspiraciones, pero no me negarán tiene no pocas connotaciones, interpretaciones y moralejas, pero sobre todo tiene el valor de haberse convertido en toda una tradición local con señas de identidad revitalizada y de considerable valor cultural y turístico.
Además de todo ello, es de agradecer que en catalán se hable de «un serpent» y no de «una», y como por aquí al Sur del Sur somos un poco más supersticiosos, por si acaso diremos aquello de… ¡Lagarto, lagarto! (de Consolación para más señas).
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