Manlleu es un pueblo barcelonés de la comarca de Osona, atravesado por el río Ter y de algo más de 20.000 habitantes. La amplia colonia utrerana en Cataluña conocerá el pueblo y sus gentes, al que debo una visita y del que tengo muy buenas referencias de su gestión pública, habiendo tenido la suerte de intercambiar experiencias con varios responsables políticos y técnicos de dicho municipio que confirman las referencias.
Fruto de esa relación de colaboración, y también de amistad, hace unos años conocí la leyenda del Serpent. Un pequeño obsequio en forma de grabado del artista local Antoni Martinez, me pareció en principio una cabeza de dragón chino, una de esas representaciones coloristas que inundan las calles de formas serpenteantes y que van moviéndose al son de una sugerente música oriental.

Un día, un intrépido joven se internó en el sendero, descubrió la guarida del colosal reptil y, mientras éste bebía agua del río, le robó su preciada gema y que había depositado sobre una piedra para que no se cayera al río. El enfurecido serpent, siguió el rastro del chico hasta su misma casa, en el centro del pueblo, y derribó la puerta de un violento coletazo. Una vez dentro, halló el diamante tapado y escondido debajo de un mortero de piedra, al que se enroscó para intentar levantarlo. No lo consiguió, ni con todas sus fuerzas, y de tanto intentarlo murió extenuado por el esfuerzo. Liberados de la bestia, el diamante fue ofrecido a la Virgen de la Fuente, y se dice que allí estuvo hasta que se lo llevaron los franceses.


Además de todo ello, es de agradecer que en catalán se hable de «un serpent» y no de «una», y como por aquí al Sur del Sur somos un poco más supersticiosos, por si acaso diremos aquello de… ¡Lagarto, lagarto! (de Consolación para más señas).
No hay comentarios:
Publicar un comentario