La innovación
Comienzan y finalizan en septiembre muchas cosas, como nuestra Feria de Utrera. Pero en este mes, a medio camino entre el verano y el otoño, también se inicia el curso académico, de forma efectiva comienzan a funcionar con renovadas energías las corporaciones municipales recientemente constituidas, y ciertamente da comienzo una especie de nuevo año o ejercicio a efectos prácticos. Por todo ello, y porque el inminente otoño se presenta muy interesante y entretenido, para quien emprenda nuevos proyectos, para quien inaugure un curso más tras las merecidas vacaciones (profesorado y alumnado por igual), este mes me parece el más apropiado para hablar de la innovación.
La palabra innovación viene del latín innovatio, acción y efecto de innovar, es decir, mudar o alterar algo, introduciendo novedades. En este sentido, cada vez se está consolidando más la idea o la concepción de la innovación no como un fin en sí mismo, sino como un medio, como una constante de carácter transversal o permanente en la propia actividad que se realice. En alguna ocasión, en un contexto profesional, he recurrido a una representación gráfica de la innovación para obtener como mensaje principal la búsqueda de soluciones imaginativas a las cuestiones que se plantean, donde a veces es necesario abrirse a nuevas fórmulas no delimitadas por unas coordenadas predeterminadas.Tras este mensaje positivo de la idea de innovación, ante una cuestión, problema, reto o marrón, se encuentra esa idea transversal o constante de la necesidad de tener en cuenta o contar con otras perspectivas, pues la única que se tiene se puede llegar a perder, requiriéndose salir fuera, verlo todo desde otro ángulo y observarlo con otra mirada, con otras miradas.
Pero ya está bien de teoría y pongamos un sencillo caso práctico, que por sencillo es hasta inocente, pero que gráficamente puede ser un buen ejemplo. Se trata del dibujo de un niño, de nombre Diego Pablo, que con cinco años encontró esta solución innovadora ante una necesidad:
La palabra innovación viene del latín innovatio, acción y efecto de innovar, es decir, mudar o alterar algo, introduciendo novedades. En este sentido, cada vez se está consolidando más la idea o la concepción de la innovación no como un fin en sí mismo, sino como un medio, como una constante de carácter transversal o permanente en la propia actividad que se realice. En alguna ocasión, en un contexto profesional, he recurrido a una representación gráfica de la innovación para obtener como mensaje principal la búsqueda de soluciones imaginativas a las cuestiones que se plantean, donde a veces es necesario abrirse a nuevas fórmulas no delimitadas por unas coordenadas predeterminadas.Tras este mensaje positivo de la idea de innovación, ante una cuestión, problema, reto o marrón, se encuentra esa idea transversal o constante de la necesidad de tener en cuenta o contar con otras perspectivas, pues la única que se tiene se puede llegar a perder, requiriéndose salir fuera, verlo todo desde otro ángulo y observarlo con otra mirada, con otras miradas.
Pero ya está bien de teoría y pongamos un sencillo caso práctico, que por sencillo es hasta inocente, pero que gráficamente puede ser un buen ejemplo. Se trata del dibujo de un niño, de nombre Diego Pablo, que con cinco años encontró esta solución innovadora ante una necesidad:
En la representación vemos a Goku (personaje de la serie de dibujos animados Bola de Dragón), en el centro del folio, y se ve que fue lo primero que dibujó. Después a la izquierda dibujó “el planeta chiquitito con su castillo y sala de entrenamiento”, al que se accede por una escalera. Al lado está “la torre del Gato que habla, el maestro de Goku”. En el centro, arriba del personaje, ahí empezó el problema y también la solución, pues ya sólo le quedaba representar el Dragón, y el espacio del resto del folio no dibujado era demasiado pequeño para un dragón tan grande, “por lo menos hacen falta dos folios”.
A dibujar el Dragón le ayudó su amigo Juan Amador, que pintó la boca y los bigotes (Trabajo en Equipo), y ante este dilema de la falta de espacio, la solución fue la que es, quizás la más sencilla, y quizás las más creativa, es decir, que el cuerpo del gran dragón se corte a la derecha del folio para más abajo volver a entrar con su cola dentro de la escena, “de lo grande que es”; en otras palabras, hay que imaginarse la parte del mitológico reptil volador que no se ve por no caber en la escena, donde estarían las otras dos patas y dónde se curva la cola para que entre de nuevo en el mismo folio.
Para finalizar el cuadro y acabarlo de adornar, insertó las siete bolas mágicas del Dragón, “que si las consigues puedes pedir un deseo”. Ese es precisamente el momento de la representación, cuando Goku está a punto de pedir su deseo habiendo conseguido ya las siete bolas mágicas.
Me parece absolutamente brillante e imaginativo, por sencillo e inocente, por la naturalidad con que me lo comentó (entrecomillados), por la cara de extrañeza que puso ante mis apreciaciones y la fiesta que le hice; porque intuyo que Diego Pablo está satisfecho y orgulloso, sobre todo de que a su padre le haya gustado tanto su dibujo, que lo haya escaneado, y que se pase una tarde escribiendo estas cosas sobre su Dragón, y que finalmente se las lea antes de irse a dormir ya publicadas en su Blog de internet, y pasado un tiempo, también porque la revista Vía Marciala publique su pequeña obra de arte innovadora (esto último desde un subjetivo y paternal punto de vista, claro está).
A dibujar el Dragón le ayudó su amigo Juan Amador, que pintó la boca y los bigotes (Trabajo en Equipo), y ante este dilema de la falta de espacio, la solución fue la que es, quizás la más sencilla, y quizás las más creativa, es decir, que el cuerpo del gran dragón se corte a la derecha del folio para más abajo volver a entrar con su cola dentro de la escena, “de lo grande que es”; en otras palabras, hay que imaginarse la parte del mitológico reptil volador que no se ve por no caber en la escena, donde estarían las otras dos patas y dónde se curva la cola para que entre de nuevo en el mismo folio.
Para finalizar el cuadro y acabarlo de adornar, insertó las siete bolas mágicas del Dragón, “que si las consigues puedes pedir un deseo”. Ese es precisamente el momento de la representación, cuando Goku está a punto de pedir su deseo habiendo conseguido ya las siete bolas mágicas.
Me parece absolutamente brillante e imaginativo, por sencillo e inocente, por la naturalidad con que me lo comentó (entrecomillados), por la cara de extrañeza que puso ante mis apreciaciones y la fiesta que le hice; porque intuyo que Diego Pablo está satisfecho y orgulloso, sobre todo de que a su padre le haya gustado tanto su dibujo, que lo haya escaneado, y que se pase una tarde escribiendo estas cosas sobre su Dragón, y que finalmente se las lea antes de irse a dormir ya publicadas en su Blog de internet, y pasado un tiempo, también porque la revista Vía Marciala publique su pequeña obra de arte innovadora (esto último desde un subjetivo y paternal punto de vista, claro está).
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