"Ética, sobre la moral y las obligaciones;
estética, de la belleza y el arte;
y otras cosas..."


martes, 1 de noviembre de 2011

UN OTOÑO CORTO















A Juan, Diego, Mariquita y María, mis abuelos

A punto de cumplirse un año escribiendo cosas en Vía Marciala, habrán comprobado que se trata de una colaboración de temporada, como la carta de algunos restaurantes, los que aprovechan los productos de la tierra y las materias primas del tiempo. El caso es que en sí misma, esta pequeña comparación o similitud, está suponiendo una nota característica, que deseo y espero evolucione, se complete y mejore en el futuro.

Pero no perdiendo el hilo conductor que nos llevará al otoño, coincidirán conmigo que cuando entramos en un ascensor, o tomamos un taxi, o nos sentamos en el autobús o en el tren junto a alguien (en esos momentos en que el silencio tampoco estaría mal según a qué hora del día), en muchas ocasiones la situación callada gira en conversación, y qué conversación más fácil que la de hablar sobre el tiempo que hace, la calor, el frío, la lluvia, los aires acondicionados y los resfriados, el cambio climático, la ropa que nos sobra a mediodía, los paraguas que se olvidan en todas partes, y sobre todo la opinión propia sobre los gustos y preferencias.

Todos tenemos nuestras inclinaciones hacia una estación del año, y según cada cual hay quien prefiere y soporta mejor el frío, otros todo lo contrario, que anhelan el buen tiempo y el calor. A muchas personas les encanta ver llover, y nevar ni os cuento. Pero en fin, también están las estaciones intermedias, el entretiempo que cada vez es más largo en el tiempo. Sin embargo, hay un refrán que resume todo los dicho hasta ahora, y es que nunca llueve a gusto de todos.

Y todo esto para decir que a mi me encantan la primavera y el verano, y que no me gustan tanto ni el otoño ni el invierno. Ya casi nos hemos olvidado del año pasado, que empezó lloviendo, y que durante más de cuatro meses largos no dejó de hacerlo, un día, otro, una semana, otra, un mes, otro, y otro, y otro. Y en este año 2011, tuvimos la Semana Santa más lluviosa que se recuerda, que ya estábamos hartos de tanta agua. Hasta que por fin llegó mayo y el buen tiempo. Menos mal.

Pero como de todo nos cansamos, en octubre todavía era verano, y ya estábamos diciendo que ni llovía ni hacía frío, que el campo necesitaba de las aguas, y además, que ya estábamos hastiados de tanta calor. Y es verdad que ya estaban llegando los mantecados y polvorones a los supermercados, poniéndose adornos navideños en muchos lugares (más al norte, claro) y que todo el mundo estaba con margas de camisas, pantalón corto y ropas de deporte. Esto ya no hay quien lo entienda.

Pero el otoño llega, y la lluvia, y el frío también. Y mi estado de ánimo se ve afectado, y el de mucha gente. Yo espero que éste sea un otoño corto, como la hora corta que se le desea a la futura madre antes de que llegue el parto, palabra que viene de partir en dos, donde una vida da lugar a otra, y donde antes había una, luego son dos y después tres o más, siete u ocho. Después del dolor llega la felicidad. Digo todo esto, porque a pesar de mis sensaciones otoñales, de melancolía y de tristeza, quizás sean estos sentimientos y estas sensaciones los que dan más valor y sentido a la esperanza y la alegría de la primavera y el buen tiempo.

Noviembre es un mes además de otoñal muy particular, de Tenorios, de Santos y Difuntos, de fiestas con motivos lúgubres y macabros importados, y el de este año también de votaciones, un mes después del cese definitivo de la actividad armada de la banda terrorista de cuyas siglas quisiera olvidarme. Sin embargo, yo quiero terminar acordándome de los seres queridos que recordaremos en este mes y siempre, pues como dice nuestro escultor Salvador García, en sus esculturas las oquedades, los huecos, son muy importantes, porque forman parte de las propias imágenes y personajes que representan, como en las personas, pues cuando faltan son ya parte de sus seres queridos. Sus ausencias, esos huecos que son reales y existen, forman parte de nosotros mismos y dan sentido a nuestra propia existencia.
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